Cuatro cañas

13.05.2013

El sábado pasado, en el programa “La Sexta Noche”, tuvo lugar un debate sobre la denostada Ley Wert. Los participantes eran, a la derecha, Alfonso Rojo, periodista y opinólogo profesional en programas como La Noria, El gato al agua, o El Programa de Ana Rosa (su ex-mujer) y, a la izquierda, Pablo Iglesias, profesor de políticas y presentador de los programas de debate La Tuerka y Fort Apache.

Lo más ilustrativo del debate son sus minutos finales (a partir del minuto 25:00). Pablo Iglesias, sospechando la burbuja en la que vive su interlocutor que debe cobrar unas diez veces más que él, le pregunta: ¿cuánto crees que cuesta una matrícula?.

La respuesta: “Cuatro cañas”.

La respuesta de Alfonso Rojo es más que un error. Es la muestra de que las clases altas son ajenas no solo económica sino psicológicamente a los problemas de las clases trabajadoras. En el entorno de Alfonso Rojo no hay estudiantes que dejan la universidad porque no se pueden permitir la matrícula. La gente como Alfonso Rojo vive tan metida en su burbuja que no sólo defiende sus intereses privilegiados, sino que lo puede hacer sin remordimientos porque no conocen a nadie más allá de su burbuja. Lo único que compartimos con ellos es la especie biológica en la que la Naturaleza nos ha colocado.

Un último apunte sobre la Ley Wert:

La ley Wert es una reforma del sistema educativo que nos empuja un paso hacia atrás hacia una España negra de la que nunca nos conseguimos zafar —se cambia, por ejemplo, Educación para la Ciudadanía por una asignatura de catecismo impartida por profesores elegidos por la Conferencia Episcopal— y otro paso adelante en la mercantilización de la educación —se quitan, por ejemplo, asignaturas de pensamiento crítico como Filosofía, y se orienta la educación hacia un modelo de supuesta colocación laboral.

Cabe señalar que si bien la eficacia del paso hacia atrás —catequesis— está garantizada, la del paso hacia adelante —mercantilización y educación “business oriented” para reducir el desempleo— es dudosa puesto que el paro no es consecuencia de una mala educación sino de un sector industrial desmantelado. Si le añadimos a la ensalada unos precios de matrículas cada vez más prohibitivos —recuerden el karma: el Plan Bolonia nooo subiráaaa los preecios de las matríiiiculaas— lo que tendremos es, además, una educación fuertemente segregada entre ricos y pobres.

Si tuviéramos que representar el estudiante ideal de la derecha española en base a esta reforma, podríamos imaginar un estudiante de familia “bien”, católico, con poco conocimiento sobre Sócrates pero mucho sobre inversión en bolsa.

¿Alguien ha dicho Opus Dei?