¿Frente de izquierdas o pacto electoralista?

29.08.2011

Escrito por Alberto Arregui, miembro de la Presidencia Federal Ejecutiva de IU.
Martes, 23 de Agosto de 2011


 

La Presidencia Ejecutiva Federal de IU, por mayoría aplastante, ha dado un giro brusco en su política de ámbito estatal, para plantear la constitución de un frente electoral con todas las organizaciones, grupos  y personalidades, al margen del PSOE, en todo el Estado español. Esto supondría intentar entrar en la dinámica creada en las últimas semanas desde distintos ámbitos de intelectuales, artistas y famosos en general, que unidos a la táctica de Iniciativa per Catalunya-Verds, desde fuera de IU, y del partido encabezado por Gaspar Llamazares desde dentro de IU, y con el respaldo de algún medio de comunicación, han lanzado esta propuesta que trata de habitar el espacio dejado por el PSOE en su carrera desbocada hacia la derecha y, de paso, rentabilizar el ambiente creado por el movimiento del 15-M al que se hacen referencias explícitas por parte de todos.

Pero ¿se trata de un frente común anticapitalista de la izquierda que se convierte en la expresión objetiva de las aspiraciones del malestar social o, por el contrario, es más bien un pacto cupular para, rentabilizando el movimiento generado desde la base, garantizar que cambia algo para que nada cambie? ¿Es la materialización del nuevo espacio que pide a gritos la sociedad, que siente cómo el parlamento burgués no la representa (contrarreforma laboral, retraso de la edad de jubilación, guerra, sueldos y beneficios millonarios...) o en realidad se intenta reconstruir el estéril espacio socialdemócrata, y con tintes nacionalistas pequeñoburgueses, abandonado por el PSOE en su desplazamiento a la derecha?

La Huelga General del 29S

La convocatoria de Huelga General en septiembre pasado, dejó clara la oportunidad que se abría para el conjunto de la izquierda y en especial para IU; el Parlamento no representaba el ambiente en la calle y los dirigentes sindicales, tan acomodados a los pactos con los gobiernos del PP y del PSOE, se veían obligados a salir a la lucha forzados por el brutal ataque emprendido por la burguesía europea. En realidad, no era sino el reflejo del ciclo económico en el ciclo político, tarde o temprano el carácter irreconciliable de los intereses de las clases sociales tenía que llegar a la arena política. El gobierno del PSOE, comprometido con los intereses de la clase dominante, aceleró en su política económica, que está diseñada sobre una piedra angular: restaurar los beneficios de la burguesía, a base de una transferencia gigantesca de recursos económicos desde la clase trabajadora y capas medias a los grandes empresarios y financieros. Lo que supone, inevitablemente, recortar el gasto social y el salario de los trabajadores, rebajando los costes de reproducción de la mano de obra (Marx dixit).

En esas condiciones, IU tenía ante sí una oportunidad única: lanzar un llamamiento a las bases de los sindicatos y a sus dirigentes y, también a las bases del PSOE (en ese momento traumatizadas), para construir un frente de izquierdas, con una consigna: derogación de todas las leyes de recortes de los derechos sociales (contrarreforma laboral, la edad de jubilación, empleo, privatizaciones, recursos ilimitados a los bancos...), y con un método: elegir los candidatos de forma democrática , en igualdad de oportunidades y por sufragio directo de quienes se sumasen a este frente. Era un mensaje claro, que hubiese encontrado amplio apoyo social. Los dirigentes de los sindicatos hubiesen tenido difícil oponerse a ese proyecto y el resultado de las elecciones municipales y autonómicas podría haber sido muy distinto.

Cuando planteamos esta idea en la Presidencia Federal de IU, que se celebró en septiembre de 2010, antes de la huelga general, todas las “familias” de IU lo consideraron interesante pero lo rechazaron y, por supuesto, de elección democrática de las candidaturas, sometiéndolas a la aprobación de la militancia a través de primarias como norma general en IU, ni hablar. Así cacicadas como las de la ciudad de Madrid, donde la candidatura es impuesta por la camarilla regional, volvieron a hacerse con la aquiescencia de todos los sectores, ya que todos pactaron algún puesto de salida a espaldas de la militancia.

El surgimiento del 15-M

En este período surgió el movimiento del 15-M, que vino a demostrar que aquellos que decíamos que nuestra organización no era vista como el cauce de expresión de las inquietudes sociales, teníamos razón.

Este movimiento, como todas aquellas expresiones del malestar social, tiene muchas virtudes (algunas de ellas originales) pero también, entre otros, el inconveniente común a todos los movimientos de protesta: es muy certero denunciando los males existentes en la sociedad pero no es capaz de articular una alternativa estable a los mismos. Y, por tanto, ahora todo el mundo quiere aprovecharse de este movimiento, desnaturalizándolo y desactivándolo. Por supuesto, los más estúpidos (y ha habido unos cuantos en la izquierda) se han opuesto a él, pero los más hábiles se prestan a nombrarse “portavoces del sentir del 15-M”. Es un truco muy viejo, al que el emperador Constantino dio un nuevo vuelo al asimilar las doctrinas antisistema del cristianismo convirtiéndolo en religión oficial, pero que hemos visto repetirse a gran escala, con Stalin y el comunismo o los partidos que se llaman a sí mismos socialistas; mejor que negar una cosa es desnaturalizarla.

Y así, en nombre del 15-M, la mayoría de la dirección de IU se apresta a hacer lo contrario de lo que este movimiento expresaba, pues en lugar de poner la organización en manos de la sociedad, inicia un proceso de mercadeo de puestos en las listas al Parlamento con todos los políticos profesionales que se han dedicado a montarse su chiringuito.

Después de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, un sector de la organización, principalmente el que se ha identificado con Gaspar Llamazares, ve los riesgos que corre IU ante unas elecciones generales y también el riesgo que corren ellos de quedarse sin puestos de salida. Esto ya había sido precedido por una “recolocación” de otrora destacados componentes de esta corriente: Rosa Aguilar y Pedro Antonio Ríos en el gobierno del PSOE, ahora Félix Taberna —que era el adalid del “nuevo modelo productivo”— con UPN y PSOE en Navarra, Reyes Montiel e Inés Sabanés en Equo. Y, además, por si fuera poco, Javier Madrazo y Serafín Llamas, se ven envueltos en un escándalo sin precedentes en Euskadi.

En esta situación, y captando el ambiente social proclive a la “unidad”, lanzan la idea de un “frente amplio”, una especie de reconstrucción del espacio llamado socialdemócrata, y firman algunos manifiestos a los que se da publicidad, de famosos e intelectuales, lo que vuelve a revelar un concepto aristocrático de la política. Simultáneamente se constituyen en partido político, entrando en una dinámica que reforzará más la tendencias centrífugas que las centrípetas, poniendo en riesgo, una vez más, la unidad de IU.

Miedo a los resultados electorales

En un primer momento, el núcleo de la dirección de IU, el entorno de Cayo Lara, no ve esta alternativa y se mantiene enrocada en otra idea: la “convergencia social”, pero desde IU, dirigiéndose a la sociedad para intentar representar el ambiente social y ganar más apoyo. Algunos como Willy Meyer, afirmaron que “IU ya tiene garantizado el grupo parlamentario”, pero el miedo en el escenario de elecciones anticipadas a quedar desplazados, aumenta con cada manifiesto de “intelectuales y famosos” a favor de la unidad y se declaran “compatibles ambas tácticas”.

Desde el primer momento, el sector que encabeza Enrique Santiago, siempre tan pragmáticos (como han demostrado en Madrid pactando la lista municipal con Pérez sobre las ruinas de la Asamblea de IU Madrid-ciudad, o con su actitud ante el escandaloso proceso de privatización de Caja Madrid), argumenta que no podemos dejar esta bandera en manos de los “llamazaristas” y que, además, corremos el riesgo de obtener unos malos resultados electorales, por detrás de una hipotética alianza electoral sin principios en torno al eje formado por ICV-Equo que, según ellos, podría obtener más apoyo electoral que IU. La historia del movimiento obrero nos ha dado pruebas de sobra de los desastre a que puede conducirnos enarbolar estandartes ajenos. A estas alturas de la crisis capitalista de ámbito mundial, la única bandera que debemos izar es la nuestra.

Y así se gesta esta propuesta aprobada en la Presidencia Federal de IU que, por cierto, ya adelantaba la prensa un día antes de que los miembros de la Presidencia supiésemos siquiera que íbamos a discutir el tema.

Sin duda, es un giro brusco en la política de alianzas que venía defendiendo IU Federal, que quizá tenga más explicaciones. El peligro de una escisión de la organización es un factor que ha podido tener cierta relevancia. Parece que existe el temor a que, una vez que ICV ha acelerado en su propuesta, con el apoyo de la intelectualidad y de algún medio de comunicación, algunos dirigentes de IU teman que, de no entrar en el juego, una corriente de IU (que ya se ha constituido en partido), que ya ha perdido fuerzas hacia esta maniobra, se sintiese más atraída por esta coalición que por mantenerse  en IU y dejase una organización muy maltrecha en vísperas de las elecciones generales.

Una trampa saducea

En cualquier caso, con este giro a la derecha, lo que se aprueba no es un frente de la izquierda, es una alianza entre las cúpulas de las viejas organizaciones, y lo que trasciende a la calle es que no hay más principios ni programa que el obtener puestos en el Parlamento.

En lugar de poner el programa por delante, se “adaptará” el programa al gusto de todos y se dirán generalidades, en el sacrosanto nombre de la unidad se aceptará el programa del ala de derechas, del radicalismo y el nacionalismo pequeñoburgués. Resulta patético pensar que podemos tener un pacto con Garzón (¿nos olvidamos de la Ley de Partidos?), con algunos destacados artistas partidarios de la ley Sinde, con ICV, cuyo máximo representante lanzó a la policía a apalear a nuestros propios militantes en Barcelona, con Compromís que nos robó nuestra representación en el Parlament del País Valenciá, o con Equo que apoyó la masacre de la OTAN en Libia y que está formada por los que, perdiendo su sillón en IU, han ido a buscar su acomodo para mantenerlo. Lo de IA, no es sino una parte de la maniobra de distracción típica de todos los trucos de magia, siempre habrá alguien que, mirando hacia una negociación que sólo sirve de distracción por la escasa influencia social de un grupo formado por ex-militantes de IU, no vea que el mago se saca de la manga un giro a la derecha.

Esta aceptación de la unidad como valor incuestionable es una trampa saducea, porque es necesaria la unidad, pero con la calle, con las fábricas, con los barrios, no con los intelectuales que sólo se representan a sí mismos y con los profesionales de la política que representan todo aquello contra lo que se ha rebelado la juventud.

Claro que necesitamos un programa, pero uno que plantee la derogación de la contrarreforma laboral, la jubilación a los 60 años, la nacionalización de la banca, —empezando por todas las cajas de ahorros— bajo control democrático, la salida de la OTAN y la oposición a todas sus acciones bélicas, la coordinación de las luchas a escala europea, la creación de dos millones de puestos de trabajo en el sector público de forma inmediata, que propiciarían la creación de otros tantos puestos de trabajo en el sector privado, que es lo que necesitamos, y, mientras tanto, pago del desempleo indefinido, elevación del salario mínimo a 1.000 euros, y limitación del salario máximo en todos los ámbitos. ¿Esto lo va a apoyar ICV, o Compromís, o Garzón y Almodóvar...?

Estamos poniendo la política cabeza abajo. Toda táctica está sometida a los objetivos que se pretenden alcanzar a largo plazo. La táctica es una cuestión de oportunidad, que depende de situaciones concretas. Una cosa era plantear un frente basado en la lucha contra el Gobierno, con las bases de los sindicatos, y otra, muy distinta, un frente con “demócratas” o, como mucho, “socialdemócratas” que se sienten defraudados por el giro del PSOE y que quieren reconstruir ese espacio y que, no nos quepa duda, volverán al PSOE cuando esté en la oposición (que será muy pronto).

La política de una organización que dice pretender la transformación de la sociedad no puede moverse siempre en el regate corto, sino que debe establecer una estrategia fundamentada en las perspectivas de la evolución de la situación económica y política para ser capaz de, huyendo de la improvisación, prepararse para los acontecimientos.

La perspectiva a la que nos enfrentamos es la del mantenimiento de la crisis económica del capitalismo, la degradación de nuestras condiciones de vida y, por tanto, la polarización entre las clases sociales con un incremento de la conflictividad. Y, si esta es la perspectiva, el instrumento que debemos forjar debe servir para la lucha. ¿De qué nos sirve unirnos a Compromís, a ICV, a Equo, a Garzón, Almodóvar o Víctor Manuel? Necesitamos forjar un compromiso en la calle, dar entrada a nueva militancia, demostrar que no somos como los demás, que nuestro programa representa sus intereses y que nuestros dirigentes y cargos públicos se eligen democráticamente (¡en todas partes!).

No ponemos en duda las buenas intenciones de muchos de nuestros dirigentes, (como prueba el ofrecimiento público de Cayo Lara al movimiento del 15-M), pero una alianza burocrática con oportunistas de todas clases no es el camino para prepararnos para la lucha. En el mejor de los casos obtendremos un grupo parlamentario que se fragmentará en la primera votación en que se ventilen cuestiones de clase, salvo que nos adaptemos a la política amorfa (más bien, de radicalismo burgués) de estos grupos. Y, claro, estaremos atrapados en la trampa, “no vamos a romper lo que tanto nos ha costado construir”, y con este argumento retrasaremos lo necesario, la construcción de un partido de lucha, con un programa socialista de transformación de la sociedad y una democracia interna escrupulosa.

Necesitamos una organización para luchar

Los problemas que debe abordar IU, y la izquierda en general, no se resuelven con una ocurrencia como esta, sino convirtiéndose en la expresión y el cauce de las necesidades de la clase trabajadora y la juventud. Los partidos políticos, incluida IU, son el producto de un momento histórico concreto, y después, cuando el movimiento retrocede, los partidos se mantienen, pero la sangre deja de circular debidamente por sus arterias y se esclerotiza, como el caparazón de un cangrejo, se convierte en una coraza que impide crecer lo que hay dentro, y asfixia los intentos de renovación. En una confirmación del pensamiento dialéctico, lo mismo que ayer fue necesario, esa estructura organizativa, parlamentarios, liberados…se convierte en su contrario, siendo la principal traba para que las organizaciones de clase sigan vinculadas a quienes dicen representar.

El 15-M, representa un intento de romper esas cáscaras viejas, aún con todas sus contradicciones y su falta de nitidez en el carácter de clase, representa lo nuevo frente a lo viejo. Con esta táctica IU se aferra a su cascarón y al de otros cangrejos aún más esclerotizados y carentes de democracia interna. Se sobrevaloran los escaños parlamentarios, (es lo que Rosa Luxemburgo denominó “cretinismo parlamentario”), frente a la necesidad de nueva afiliación y la construcción de  una organización en la lucha, por cuyas venas vuelva a circular la sangre oxigenada de la participación democrática y las ideas marxistas.

Izquierda Unida necesita su propio 15-M, donde no quepan las camarillas, los atropellos a la democracia interna y la colaboración con las políticas del capital financiero, como en el caso de Bankia. Por eso no es contradictorio haber defendiendo en la dirección de IU, un frente de izquierdas para luchar contra la política del Gobierno y fortalecer nuestra organización hace más de un año, y ahora votar en contra de una política que no es un frente de izquierdas, sino oportunismo electoralista.

El movimiento del 15-M ha puesto en evidencia a las organizaciones, incluida IU, pero no es capaz de articular una nueva formación. La conclusión de esta experiencia no debe ser en ningún caso la de prescindir del esqueleto óseo del movimiento, sea exoesqueleto o endoesqueleto. Un movimiento sin estructura es un cuerpo amorfo incapaz de sostenerse y sobrevivir. No se trata de sustituir a los burócratas y políticos profesionales por una élite de intelectuales, artistas o profesores de universidad, sino de crear un movimiento articulado y democrático, donde cada voto, cada opinión tenga el mismo valor y las mismas oportunidades.

Llamémosle partido o no, pero “una rosa con otro nombre seguirá siendo una rosa”. Si una organización participativa que surge en una fábrica quiere mantenerse, más allá del momento álgido de la lucha, necesariamente se convierte en un sindicato. Si una organización participativa en un barrio, que surge al calor de un problema que moviliza a las familias, se convierte en una organización estable, necesariamente constituye una Asociación de Vecinos, y si un movimiento se cuestiona la sociedad en la que vive y aspira a transformarla (con excepción del fenómeno de los soviets) se convierte en un partido político. Lo interesante, lo que debe hacer reflexionar a todos es que habiendo partidos, sindicatos y asociaciones, haya brotado el 15-M. Queramos verlo o no, es la prueba del anquilosamiento de estas organizaciones, no se arreglará el problema pintando de otro color los mismos cascarones de cangrejos.

Los propios acontecimientos están reivindicando el marxismo y, poco a poco, todos estos experimentos de reanimar el cadáver exangüe de la socialdemocracia demostrarán que no son sino criaturas inviables, para dar paso a lo que necesitamos, una organización para la lucha, con una bandera limpia, la de la transformación socialista de la sociedad.